Domingo, 28 de junio de 2009
El Amazonas se puede ver en Bogot?
Exposición artística en el Museo Nacional, sobre esta región que ocupa el 35 por ciento del territorio colombiano.
En el piso de la Sala de Exposiciones Temporales del Museo Nacional hay un gran mapa del Amazonas que llena todo el lugar. A su alrededor hay documentos, fotografías, videos, objetos y testimonios de las diferentes culturas que habita esta región.
La exposición denominada 'Llegó el Amazonas a Bogotá' recuerda la explotación cauchera de finales del siglo XIX y principios del XX (con el conocido caso de la casa Arana); la extracción de otros recursos naturales, la evangelización por distintas comunidades, y los esfuerzos de colonización por parte del Estado de una región que equivale al 35 por ciento del área del país (ocupa 477.274 kilómetros cuadrados).
"La exposición fue organizada sobre la idea de frontera - dice la co-curadora Cristina Lleras- no solo desde el punto de vista político y administrativo sino también como aquello que está más allá, lo que hay que conquistar. Hay, también, una frontera interétnica que tiene que ver con la gran diversidad de grupos indígenas (hay 52 diferentes) y con una zona poblada por colonos que han llegado en distintas olas. También hay población de afrocolombianos".
La curadora agrega que la exposición muestra la zona no como un lugar anclado en el tiempo sino habitado por poblaciones que se encuentran conectadas con el mundo.
"En la frontera de la evangelización, por ejemplo, se cuenta cómo los españoles apoyaron la circulación de grupos de religiosos como los jesuitas. Luego, a finales del siglo XIX, es el momento de la llegada de los capuchinos a los que se les confiere el derecho a ejercer muchas funciones del Estado", cuenta Lleras.
Más adelante, el Amazonas se volvió terreno fértil para agrupaciones de protestantes que imparten sus creencias y las mezclan con las cosmogonías indígenas, las cuales resultan en buena parte avasalladas por las nuevas religiones.
La frontera extractiva recuerda la ola de muertes de principios del siglo veinte debido a la esclavización de los indígenas para la extracción del caucho, un proceso que tuvo que ver con la creciente industrialización del mundo.
"La industrialización del mundo afecta los procesos locales. Hubo sometimiento de estos grupos indígenas no solo por la esclavización sino por medio del endeudamiento para adquirir sus mercancías y su comida, un asunto bastante siniestro", recuerda la curadora.
Con ese sistema de deudas, las casas extractoras del caucho vendían a los indígenas a precios exorbitantes distintos elementos como machetes o comida, los cuales debían ser pagados con trabajo. Pero sus labores nunca alcanzaban a pagar lo comprado, por lo que se convirtió en otra forma de esclavitud.
"En general, la Amazonia siempre ha sido vista como una despensa de donde hay que sacar productos, sea quina, caucho y ahora está el problema de la coca, el asunto de patentes de plantas sagradas y la deforestación para aprovechar la madera, que eventualmente acaba con el ecosistema", dice la investigadora.
En la exposición también se muestra la relación que el Estado ha tenido con la región, que "siempre ha sido problemática y desarticulada".
Además se identificaron algunos contextos culturales y territoriales: 'La gente de la coca y el tabaco soplado', con grupos que se ubican en el bajo Caquetá y Vaupés; 'La gente de la coca y el tabaco chupado', en la frontera con el Perú; 'La gente del yagé y el yoko', de Putumayo y alto Caquetá, y 'La gente del masato de yuca, el achiote y el huito', que se ubican en el departamento del Amazonas y la frontera con el Perú.
También está 'La gente del masato de yuca', de Guainía, 'La gente nómada' que se desplaza por el Guaviare y 'La gente de la colonización', que son colonos ubicados en el Putumayo y el Caquetá.
Junto con elementos rituales y propios de las distintas etnias hay fotos, videos y obras realizadas por artistas plásticos como Beatriz González, Miguel Ángel Rojas, Alberto Baraya y un gran mural (a la entrada) elaborado por el artista indígena Fabián Moreno, de la etnia nonuya, de Araracuara (Caquetá.
El costo de la boleta en el museo es de, máximo, 3.000 pesos, aunque es gratis para menores de 5 años, mayores de 65, discapacitados y amigos de la institución. También habrá actividades académicas en distintos días. Estará abierta hasta el 2 de agosto.
Fuente: El Tiempo