Mi?rcoles, 15 de abril de 2009
VRAE (1992-2000): desidia imperdonable
A fines del 2002, y siendo Comisionado de la CVR, se me encargó la responsabilidad de entrevistar en la prisión de la Base Naval a Óscar Ramírez Durand, c. “Feliciano”, quien fuera por muchos años el jefe del terrorismo senderista en Ayacucho, y refugiado desde 1993 hasta 1999 con sus menguadas huestes en la zona ahora conocida como Vizcatán.
Entonces, nos llamó la atención su advertencia respecto de lo que nos sucedería si no se actuaba a tiempo para disuadir a estos “remanentes” que, según él, ya estaban preparados y dispuestos a continuar la lucha armada, actuar de manera autónoma y corregir lo que consideraban “graves errores cometidos” achacados a la conducción del “pensamiento Gonzalo”.
En realidad, nos pareció una suerte de palanganada y el
querer darse importancia de una situación que yo creía ya en fase de extinción. Pasados los años y a la luz de lo que estamos viendo estos días, hay que reconocer que “Feliciano” tenía razón.
El senderismo llegó a controlar las zonas agrestes y adyacentes a la confluencia de los ríos Mantaro y Apurímac aproximadamente desde finales de 1988. Antes de la actual ofensiva militar conocida como operación “Excelencia”, el único que intentó desalojar a los senderistas de la zona y liberar a los nativos cautivos en el Ene fue el general Pérez Documet en una operación militar inconclusa en 1991. No nos explicamos por qué, desde entonces, no se aprovechó el golpe psicológico y la confusión que produjo la captura de Abimael Guzmán en 1992 para, aprovechando la ley de arrepentimiento, llevar a cabo una ofensiva política y militar contra los núcleos aislados de senderistas. Algún día los investigadores encontrarán las posibles causas ocultas que nos aclaren esta imperdonable aparente desidia. Ciertamente que no se les podrá echar la culpa a los, por entonces, inexistentes “caviares”; en cambio, una buena pista podría ser las conexiones que desde lo oscuro del poder se mantenía con el narcotráfico.
Ya, en 1994, el legendario líder de las “DECAS” (Defensa Civil Antisubversiva) del VRAE, Antonio Cárdenas, desde su base en Pichiwilca señalaba que la inacción contra los rezagos senderistas lo único que hacía es darles tiempo para su fortalecimiento. Y que posteriormente el combate por la pacificación de la zona iba a tener un costo social muy alto.
Así, pues, aunque desde la otra orilla, lamentablemente también Antonio Cárdenas tuvo la razón.
Por Carlos Tapia
Fuente: La Primera