contra el narcotráfico, despenalización de la hoja de coca

S?bado, 12 de abril de 2008

Pol?tica Antidrogas impuesta por USA es un fracaso: Colombia no logra controlar el narcotr?fico

El número de hectáreas cultivadas de hoja de coca y la producción de cocaína se elevaron en los últimos años, a pesar del Plan Colombia y la política de fumigaciones.

El último informe elaborado por Crisis Group, una ONG fundada en 1995 por el Banco Mundial, llega a una desalentadora conclusión. Se pierde la batalla contra las drogas en América Latina.

Así se titula el documento hecho por esta organización el pasado 14 de marzo, en el cual se asegura que los recursos, esfuerzos y políticas que EE.UU., Europa y los gobiernos de la región inviertieron han resultado ineficientes.

Crisis Group advierte que la producción de hoja de coca y cocaína en la región alcanzó cifras sin precedentes en 2007, con un crecimiento del 8 %. Y que eso pone "en serio peligro la democracia y la estabilidad en A. Latina".

Colombia es el epicentro del dramático escenario. Según su informe de junio del 2007, la Oficina contra la Droga y el Delito de la ONU insiste que esa nación es el principal productor de hoja de coca, por encima de Bolivia y Perú, y que concentra el 62% de las exportaciones de cocaína.

Si bien la política de seguridad del presidente Álvaro Uribe, que busca derrotar a los grupos armados que se financian en gran medida por las drogas, tiene un amplio componente económico y el apoyo del Gobierno de EE.UU., el resultado no ha sido el esperado.

El pico máximo de sembradíos de coca que en Colombia se llegó a cultivar fue de 163 289 hectáreas en el 2000. Desde ese momento, y durante los seis años siguientes, se aprecia, según el Ministerio de Defensa, una constante reducción de sembradíos en un 9% anual. Para el 2006, el área cultivada no pasó de las 78 000 ha.

Hasta allí, el Gobierno colombiano pudiera hablar de una política exitosa, que ONU lo reconoce. Pero las cifras actuales son mayores a las de 1995, cuando este país tenía la misma cantidad de coca que Bolivia: 50 000 ha por año.

Ahora bien, si este primer resultado se compara con el porcentaje de hectáreas que el Gobierno fumiga para erradicar los cultivos aparecen varias distorsiones. Se supone que en Colombia, el territorio cultivado jamás superó las 150 000 hectáreas. Incluso, entre el 2003 y el 2006 se registra un promedio de 80 000 anuales.

Pero cada año, Colombia realiza aspersiones aéreas por sobre las 130 000 hectáreas. Es decir, que entre agosto del 2002 y diciembre del 2006, el Ministerio de Defensa fumigó 648 793 ha y acabó con otras 173 000, por erradicación manual. En teoría, se atacaron 806 000, cuando en ese mismo lapso de tiempo se reporta solo 432 381 hectáreas cultivadas.

Según la Dirección de Narcóticos, esta distorsión se explica porque se realizan dos o tres fumigaciones en un mismo terreno, porque los cultivadores resiembran la coca o limpian el glifosato.

Además, esta oficina señala que al año se dan entre tres y cuatro cosechas de coca, lo que en el mejor de los casos vuelve efectivo al uso del glifosato solo en un 75%. Es por esto que Naciones Unidas afirma con preocupación, que la producción de hoja de coca supera las 489 000 toneladas al año.

Gabriel Tobón, catedrático especialista en cultivos ilícitos de la Universidad Javeriana, dice que la política de erradicación del Gobierno no ha dado resultados contundentes. "El Putumayo ha sido de los más fumigados y es uno de los que más sembradíos de coca sigue registrando". Precisamente, el informe de la ONU advierte que Nariño y Putumayo, limítrofes con Ecuador, son los departamentos que más coca siembran, al concentrar el 35% del país.

Según Tobón, por las aspersiones hay un desplazamiento de los cultivos. La coca ya no se concentra en grandes extensiones sino en pequeñas parcelas, muchas camufladas con cultivos lícitos en 23 departamentos de los 32 departamentos de Colombia. Esa es la razón para que Tobón comente que existe un subregistro del 35 % del total de los sembradíos que el Gobierno no logra apuntar.

Por Carlos Rojas. Corresponsal en Bogotá

Fuente: El Comercio - Ecuador


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