S?bado, 08 de marzo de 2008
Contundente paro agrario
Entre el 18 y el 19 de febrero el sector agrario hizo oír su voz de protesta en todo el país. En el norte fueron bloqueadas las carreteras en Chimbote, Huarmey, Casma, Trujillo, Pativilca, Huaraz; cerca de Lima, en el llamado Norte Chico se vivió una situación similar; otro tanto ocurrió por Huánuco en el centro del país y, por el sur, las regiones de Ayacucho, Apurímac, Cusco y Puno vivieron fuertes bloqueos.
La medida fue convocada y asumida por todos los gremios agrarios: CNA, CCP, Conacami, CONVEAGRO y juntas de regantes, si bien estas dos últimas decidieron negociar con el gobierno el segundo día, muchas de sus bases continuaron con el paro. Los pedidos incluían reducir los altos costos de los fertilizantes, evitar el remate de tierras debido a sus deudas agrarias e implementar compensaciones a productos afectados por el TLC.
El gobierno asume que el TLC ya es un hecho pero el pueblo sabe que no puede resignarse y busca formas de enfrentar esa arremetida neoliberal que empobrecerá más a estos sectores. Además, lucharon por la vigencia de los derechos de las comunidades y contra la depredación de los recursos naturales, entre otras demandas. El gobierno respondió con una brutal represión amparada en los decretos del año anterior que permiten el uso indiscriminado de la violencia. Hubo bastantes detenidos, heridos y lo más grave: 4 campesinos muertos. Julio Rojas Roca murió en Barranca por un impacto de bala en la cabeza, según testigos fue asesinado por efectivos policiales en medio de las protestas. En Majes falleció Santiago Lloclla al desbarrancarse por huir de la represión policial. En Ayacucho Rubén Pariona Camposano y Emiliano García Mendoza, campesinos que habían llegado desde el distrito de Quinua, murieron en la salida de la vía Los Libertadores, cuando los policías abrieron fuego. Ambos tienen impactos de bala en el cráneo y uno de ellos con dos disparos, quedando demostrado que la orden era disparar a matar.
Se trata pues de crímenes contra los derechos humanos y no de muertes en enfrentamientos como dice el gobierno. Los muertos son campesinos, indígenas, que reclamaban por una vida más digna y justa, contra un gobierno que prometió atender sus demandas pero luego los ignora y desprecia. Es más, el gobierno felicitó a los policías asesinos y amenazó con procesar a los dirigentes de las protestas, es decir, castigar a las víctimas en lugar de los verdugos.
Una de las cosas que más indigna es que el racismo se manifiesta en la poca indignación que estas muertes han provocado en algunos sectores del país. Pero en los pueblos indígenas y campesinos, estas muertes no serán olvidadas, los muertos fueron velados como héroes. Varias organizaciones se han pronunciado contra esas muertes y algunos pidieron la renuncia del ministro Alva Castro, pero el gobierno se empecina en despreciar a los campesinos y ofenderlos al minimizar la situación. En Ayacucho velaron a las víctimas en la Plaza principal y grupos de manifestantes apedrearon la comisaría, los enfrentamientos dejaron más de 50 heridos.
Finalmente, las organizaciones agrarias levantaron el paro para dar una tregua al gobierno, esperan poder dialogar y que sus demandas sean atendidas, con la posibilidad de reiniciar medidas de lucha. Pero también quedan la pena y la ira por los sucesos que evidencian un país convulsionado y un pueblo dispuesto a resistir como lo viene haciendo hace 500 años
Por Roberto Ojeda para Lucha Indígena
Fuente: Lucha Indígena
La medida fue convocada y asumida por todos los gremios agrarios: CNA, CCP, Conacami, CONVEAGRO y juntas de regantes, si bien estas dos últimas decidieron negociar con el gobierno el segundo día, muchas de sus bases continuaron con el paro. Los pedidos incluían reducir los altos costos de los fertilizantes, evitar el remate de tierras debido a sus deudas agrarias e implementar compensaciones a productos afectados por el TLC.
El gobierno asume que el TLC ya es un hecho pero el pueblo sabe que no puede resignarse y busca formas de enfrentar esa arremetida neoliberal que empobrecerá más a estos sectores. Además, lucharon por la vigencia de los derechos de las comunidades y contra la depredación de los recursos naturales, entre otras demandas. El gobierno respondió con una brutal represión amparada en los decretos del año anterior que permiten el uso indiscriminado de la violencia. Hubo bastantes detenidos, heridos y lo más grave: 4 campesinos muertos. Julio Rojas Roca murió en Barranca por un impacto de bala en la cabeza, según testigos fue asesinado por efectivos policiales en medio de las protestas. En Majes falleció Santiago Lloclla al desbarrancarse por huir de la represión policial. En Ayacucho Rubén Pariona Camposano y Emiliano García Mendoza, campesinos que habían llegado desde el distrito de Quinua, murieron en la salida de la vía Los Libertadores, cuando los policías abrieron fuego. Ambos tienen impactos de bala en el cráneo y uno de ellos con dos disparos, quedando demostrado que la orden era disparar a matar.
Se trata pues de crímenes contra los derechos humanos y no de muertes en enfrentamientos como dice el gobierno. Los muertos son campesinos, indígenas, que reclamaban por una vida más digna y justa, contra un gobierno que prometió atender sus demandas pero luego los ignora y desprecia. Es más, el gobierno felicitó a los policías asesinos y amenazó con procesar a los dirigentes de las protestas, es decir, castigar a las víctimas en lugar de los verdugos.
Una de las cosas que más indigna es que el racismo se manifiesta en la poca indignación que estas muertes han provocado en algunos sectores del país. Pero en los pueblos indígenas y campesinos, estas muertes no serán olvidadas, los muertos fueron velados como héroes. Varias organizaciones se han pronunciado contra esas muertes y algunos pidieron la renuncia del ministro Alva Castro, pero el gobierno se empecina en despreciar a los campesinos y ofenderlos al minimizar la situación. En Ayacucho velaron a las víctimas en la Plaza principal y grupos de manifestantes apedrearon la comisaría, los enfrentamientos dejaron más de 50 heridos.
Finalmente, las organizaciones agrarias levantaron el paro para dar una tregua al gobierno, esperan poder dialogar y que sus demandas sean atendidas, con la posibilidad de reiniciar medidas de lucha. Pero también quedan la pena y la ira por los sucesos que evidencian un país convulsionado y un pueblo dispuesto a resistir como lo viene haciendo hace 500 años
Por Roberto Ojeda para Lucha Indígena
Fuente: Lucha Indígena